“El odio es como un ácido. Daña el recipiente en el que se almacena y destruye el barco en el que se vierte.”- Ann Landers
La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina envenenando. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.
El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó. No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. No significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo.
Si guardamos odio, rencor, o resentimiento por ofensas que hemos recibido, estamos perpetuando nuestro malestar y consumiéndonos, dejando de disfrutar el momento. Cada vez que recordamos cualquier episodio que nos causa dolor, dejamos de vivir el aquí y el ahora; dejamos de avanzar en nuestro desarrollo personal y peor aún, nos estancamos en nuestro crecimiento espiritual.
La falta de perdón puede disfrazarse con diferentes máscaras. Las personas a veces dicen con un tono de enojo que ya han perdonado ofensas pasadas, pero su amargura evidente las delata. La falta de perdón se puede alojar en tu corazón, y estar allí, escondida.
Uno de los aspectos menos desarrollados que tenemos los humanos es nuestra capacidad de perdonar, somos cada vez más propensos a responder al mal con mal, en vez de bondad, y muchas veces no somos capaces de perdonar lo imperdonable.
Nos encanta leer historias de personas que han respondido al odio con el amor, pero cuando eso mismo se necesita de nosotros, nuestro impulso es responder con: ira, angustia, odio, depresión y algunas veces hasta buscar justicia. Pero no nos damos cuenta que, una de las claves para lograr obtener una vida emocional y físicamente sana depende de desarrollar el hábito del perdón y la gratitud, para dejar de lado las heridas del pasado.
¿Quieres vivir una vida larga y feliz?- Empieza por perdonar lo imperdonable.
“Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú.” – Lewis B. Smedes
Realmente es lo más amable y sano que puedas hacer por ti mismo. Si tu enemigo no merece ser perdonado por todo el dolor, la tristeza y el sufrimiento que causó en tu vida, piensa que TÚ mereces estar libre de este mal que hace sentir el rencor.
Si te enfocas en lo negativo de las experiencias de tu vida allí te quedaras, por lo cuál te invito a que consideres lo siguiente:
El odio que sientes hacia tu “enemigo” no le hace daño a él, te hará daño a TI. “El resentimiento es como tomar veneno y esperar que mate al otro”.
La mejor venganza contra tus enemigos es vivir una exitosa y feliz. ¿Quieres vengarse de alguien que te trató de destruir? Muestrale y sobre todo muestrate a ti mismo que los obstáculos que trataban de crearte no eran lo suficientemente importantes como para debilitarte o destruirte.
Piensa en convertir lo malo en algo bueno, para encontrar el lado positivo y eliminar la nube oscura que no quiera irse de tu vida. Piensa en tu enemigo como alguien que te ha ayudado a crecer, lo mejor que puedes hacer es tomar esa oportunidad para fortalecer tu vida. Toma lo que has aprendido y conviértete en una mejor persona gracias a eso.
Realiza una lista de las cosas buenas que surgieron como resultado de esta terrible experiencia. Probablemente te has centrado lo suficiente en las partes negativas de esta experiencia. Así que, mira el problema desde un ángulo completamente nuevo, y empezarás a ver el lado positivo de lo sucedido y encontrarás los beneficios de haber pasado por tal experiencia.
Sé compasivo contigo mismo. Si has reflexionó sobre este problema durante mucho tiempo, coloca la dirección de este barco en una nueva dirección. A medida que trates de hacer un nuevo camino para salir de la oscuridad del bosque de esta vieja herida, mirarás todos tus errores por lo cuál debes empezar por Perdonarte… PERDONATE. Se paciente y amable contigo mismo. Siempre toma en cuenta que, el dolor emocional extremo tiene un profundo efecto sobre el cuerpo. Dése tiempo para sanar – física y emocionalmente. Date permiso para sentir las emociones y procesarlas. No reprimas el dolor.
An Medina