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An Medina

Crecer también es florecer



Muchas veces cuando les hablo de crecer y florecer me refiero a un crecimiento interno o como solemos decir un crecimiento espiritual, a la vez que vamos adquiriendo conocimientos y teniendo experiencias que nos enriquecen como seres humanos y nos ayudan a mejorar nuestra relación con las personas, con nuestro entorno y con nosotros mismos.

Los seres humanos crecemos cuando nos decidimos a mejorar, es decir a eliminar actitudes negativas que nos hacen daño, modificar nuestra forma de sentir o de reaccionar frente a un evento o escoger mejores alternativas para nuestra vida. Este crecimiento nos permite dirigirnos en una nueva dirección alejándonos de cosas que nos perjudican y nos impiden ser mejores.

Muchas veces tememos realizar cambios porque representan el abandono de lo que conocemos o aceptar que algún aspecto de nuestra persona está mal y debemos esforzarnos para superarlo.

Imaginémonos pasar por diferentes experiencias sin aprender nada nuevo, dejar que la vida pase sin sacar provecho, quedarnos sin lograr nuestros objetivos, sin superar nuestros límites. Optar por una vida sin “crecer interiormente” sería una simple supervivencia, caer en una rutina, mediocre y aburrida.

Por ello es muy importante tener siempre presente que todo cambio o crecimiento interior es sinónimo de evolución.

Debemos estar conscientes que podemos lograr todo lo que nos proponemos. Es cierto, que hay muchas cosas que no podemos modificar en nuestro entorno, no somos “magos” para transformar la realidad a nuestro antojo, pero si somos responsables por la forma en que vamos a actuar y reaccionar ante las diversas circunstancias que se nos presenten, nosotros podemos elegir quienes queremos ser. Es acá donde está la clave para crecer interiormente: mejorar y cambiar lo que haga falta.

Todo ser humano es capaz de crecer interiormente cuando:

• No hay vacío de esperanza, ni debilitamiento de voluntad, ni pérdida de fe.

• Acepta la realidad y tiene valor de vivirla.

• Acepta su destino, pero tiene la voluntad de trabajar para cambiarlo.

• Asimila el pasado, se proyecta al futuro, construyendo lo que tiene por delante.

• Se conoce a sí mismo, se supera, se valora, y sabe dar frutos.

• Abre camino dejando huellas, asimila experiencias y saca provecho de ellas.

• Se impone metas, sin importar comentarios, ni prejuicios; cuando da ejemplo sin importarle burlas.

• Es fuerte, sin dejar de ser objetivo y sensible.

• Ayuda a sus semejantes y da a la vida más de lo que recibe.

• Se decide a no retroceder en su camino de crecimiento.

Entonces, te dejo una lista de consejos que pueden ayudarte a crecer interiormente:

• Para mantener mejores relaciones: no interrumpamos a quien nos habla, aprendamos a escuchar. Si nos dejamos alterar por los demás, perderemos el sentido de la razón y la fuerza de nuestros argumentos. No ofendamos, ni insultemos. Tratemos siempre a los demás como esperamos ser tratados. Recibiremos de las demás personas exactamente lo mismo que les ofrezcamos.

• Al despertarnos en la mañana, no saltemos de la cama violentamente, hagámoslo con serenidad. Cancelemos la desesperación, ésta provoca desorden y confusión. Cuando actuamos con desesperación duplicamos el esfuerzo y corremos mayores riegos de equivocarnos. Calmémonos, con calma podremos encontrar más y mejores soluciones.

• Quien posee la actitud de la serenidad puede disfrutar de la vida aún en medio de las dificultades.

• Si la tristeza nos invade, ¡sonriamos!. Busquemos dentro de nosotros mismos motivos para ser felices y estar agradecidos con la vida, la tristeza se irá desvaneciendo poco a poco. ¡Levantemos el ánimo! Actuemos como personas felices, esta emoción se irá convirtiendo en una actitud permanente.

• Una fórmula eficaz para triunfar es idear un proyecto, hacer un plan y luego, trabajar con disciplina, con entusiasmo y perseverancia hasta verlo realizado. Soñemos con alcanzar cosas grandes.

• Olvidemos los pensamientos pesimistas. En lugar de sufrir por nuestras frustraciones aprovechemos nuestros dones para superarnos y salir adelante.

• Reconozcamos nuestras limitaciones sin menospreciarnos ni estancarnos por ello. Procuremos superar nuestras fallas aprendiendo de ellas. Tenemos el poder de superarnos. Superemos nuestros miedos.

• No condenemos a quienes se equivocan, no ridiculicemos a nadie. Nunca ofendamos, gritemos, ni exijamos en forma abusiva, no intentemos forzar a que se hagan las cosas, nada bueno lograremos. Evitemos crear resentimientos en las demás personas.

• Debemos ser activos, dándonos momentos de descanso oportuno. Las personas muy cansadas se equivocan más y les rinde menos. Descansar no es necesariamente no hacer nada, puede ser simplemente cambiar de actividad.

• Demos lo mejor de nosotros en cada momento o situación, sin esperar nada a cambio.

• Disfrutemos de lo simple de la vida, no esperemos ocasiones importantes para demostrarle a las personas que queremos lo valiosas que son para nosotros.

• Aprendamos a perdonar y pedir perdón por nuestros errores.

• En lugar de pretender cambiar a los demás, trabajemos en cambiar nosotros mismos.

• Vivamos de tal forma que nos recuerden por las huellas que dejamos y no por las cicatrices o heridas que hemos provocado.

Y la última y la más importante de todas, mantén claro en tu mente lo que quieres para ti en tu vida y eso te ayudará a mantener la motivación para seguir adelante cada día.

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